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Listado de la etiqueta: policía

Entradas

‘La melodía de las balas’ en el periódico La Escuela de Ávila

31 julio, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Ya he comentado alguna vez que una de las experiencias más gratificantes como escritor y como policía ha sido participar en el original Club de Lectura que la Escuela Nacional de Policía (mi alma mater profeisonal) mantiene como una actividad constante. Poder charlar sobre libros entre compañeros que comparten vocación profesional y pasión literaria es un lujo al alcance de pocos, que yo agradeceré siempre.

El periódico La Escuela de Ávila publica en su número de mayo/junio de 2021 un artículo sobre el mencionado club, escrito por una de las compañeras con las que compartí tan interesante evento. Y cuál ha sido mi sorpresa cuando he comprobado que el libro que el policía alumno sostiene en sus manos es mi novela La melodía de las balas.

Desde aquí, aprovecho de nuevo para dar las gracias a mis compañeros por el magnífico trato recibido, por la ilusión que transmiten por la literatura y, por supuesto, darles la enhorabuena una vez más por haber superado tan dura oposición y estar a las puertas de jurar su cargo como policías.

Artículo en el ‘Diario de Ávila’

16 mayo, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

A la gratificante experiencia de ser invitado como autor al Club de Lectura de la Escuela Nacional de Policía de Ávila —donde me formé profesionalmente tras mi ingreso en la Policía Nacional—, se ha añadido el colofón de ser entrevistado por Isabel Camarero para el Diario de Ávila, ciudad donde viví durante dos años inolvidables, y cuyo resultado es el artículo que aquí dejo para su lectura. Muchas gracias a los citados anteriormente.

Para leer la entrevista completa, solo tenéis que pulsar en el siguiente enlace:

Diario de Ávila

Entrevista en Onda Cero. Programa ‘Julia en la Onda’, sección ‘Territorio Negro’

6 enero, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Con la célebre Julia Otero como anfitriona, y de la mano de dos grandes del periodismo de sucesos como son Manuel Marlasca y Luis Rendueles, tuve el privilegio de ser invitado a pisar el Territorio Negro de ‘Julia en la Onda’, de la cadena Onda Cero Radio. Con mi más profundo agradecimiento a estos acreditados profesionales por su interés por mi persona y por ofrecerme la oportunidad de expresarme en las siempre mágicas ondas, aquí os dejo el fragmento del programa.

 

Pulsad en este enlace para escuchar la entrevista.

Entrevista en el periódico de `La Escuela de Ávila´

26 febrero, 2018/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Por muchos años que pasen, es imposible olvidar la que fue mi cuna profesional: la Escuela Nacional de Policía. Situada en Ávila, y reconocido centro académico a nivel internacional, miles de policías nacionales, acompañados en ocasiones de locales y de policías extranjeras, nos hemos formado en ella para llegar a ser lo que somos.

Por eso siempre es un orgullo que se acuerden de mí también en lo literario. En esta ocasión, el periódico `La Escuela de Ávila´ publica, de la mano de la inspectora alumna Marlène, una breve entrevista que espero disfrutéis tanto como yo lo he hecho.

Mi más sincero agradecimiento a mi estimada compañera Màrlene y a mi inolvidable academia.

En este lugar se alumbra la luz que ha de ser mañana el estilo policial: Servicio, Dignidad, Entrega, Lealtad.

Escuela de Ávila

 

Entrevista en `Despierta Valencia´, en CV Radio

7 diciembre, 2016/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

José Forés realiza esta entrevista a Rubén Sánchez Fernández sobre `Hadas con tacones afilados´ en su programa Despierta Valencia, de la emisora CV Radio.

 

Desde aquí, gracias por su amabilidad.

 

Escucha la entrevista completa:

http://www.rudosafer.com/wp-content/uploads/2016/12/2016-12-07-despierta-valencia-07122016-1.mp3

 

 

Entrevista en la Revista de Valencia (diario Las Provincias)

27 noviembre, 2016/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

María José Carchano firma esta interesante entrevista en la Revista de Valencia, suplemento dominical del diario Las Provincias, en la que aborda la faceta personal, literaria y policial que hay detrás del escritor.

Mi más profundo agradecimiento a la periodista por su amabilidad y buen hacer.

entrevista-las-provincias

 

 

 

Reseña de autor en el blog `El rincón de las páginas´, de Carmelo Beltrán.

24 mayo, 2016/2 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Además de muchas otras cosas, Carmelo Beltrán es escritor, bloguero y —lo admito, orgulloso— amigo mío. Uno de esos tipos que ama la literatura hasta el punto de no limitarse a ser un lector pasivo, sino que gusta de desgranarla y explorarla hasta sus límites, en la honrosa tarea de contagiar al público su pasión por las letras.

Si bien hace ya algún tiempo publicó esta reseña sobre mi novela `Hadas con tacones afilados´, en esta ocasión me ha dedicado unas inmerecidas y elogiosas palabras, concediéndome un valioso espacio de autor que desde aquí agradezco profundamente.

Podéis leer el artículo completo pulsando en este enlace.

BANDERAS A MEDIA ASTA

22 enero, 2015/0 Comentarios/en blog /por Rubén Sánchez Fernández
Anselmo termina de masticar el último trozo de su bocadillo y me mira por encima del hombro, atento al calendario colgado en la pared de atrás.— ¿Cuánto falta para que publiques la novela, chaval?

En primavera, le digo. Exactamente la misma respuesta que vengo dándole cada vez que nos vemos. Y es que desde que se jubiló ya no son tan frecuentes las ocasiones en las que podemos compartir uno de nuestros almuerzos. Cuando colgó el uniforme, durante una temporada Anselmo ya no parecía el mismo. Pero el tiempo, el campo y su nieta lo curan todo. Apura su carajillo de coñac y su sonrisa se extingue cuando repara en la noticia que están dando en la televisión.

— Vamos, no me jodas… —murmura.

Me giro cuando la presentadora acaba de terminar de hablar, justo a tiempo de ver el rótulo que acompaña a la imagen del último policía asesinado. El Gobierno se plantea que las banderas ondeen a media asta cuando un agente muera en acto de servicio, leo. Cuando vuelvo a encararme con Anselmo me topo con sus ojos, grises como su pelo.

— ¿Te das cuenta? —me dice—. Hasta para imitar somos lentos. A estas alturas de la película, con décadas de policías a los que han dado matarile, ahora me vienen con esas. A ver si me entiendes, es algo que en otros países lleva haciéndose siglos y es de agradecer. Pero es solo eso: un gesto. Es como si la Dirección General de Tráfico pretendiera regalar ataúdes de la mejor madera a las víctimas de accidentes de tráfico en vez de apretar antes donde más nos duele: buenas carreteras, señalización adecuada y unas leyes claras y contundentes para el que se pase de listo. Todo lo demás son pollas.

Sonrío al escuchar la expresión. Le puede su alma granaína, y más ahora que ya aceptó que morirá lejos de su tierra. Pero en el fondo Anselmo tiene razón. Como el que pilota puede estrellarse y el que navega hundirse, está claro que el que se mete a policía asume el riesgo inherente a su profesión, que es que le hagan pupa de vez en cuando y hasta algunas veces la diñe. Pero es solo eso, un riesgo; no una prebenda para que cualquier cantamañanas sin distinción de raza, sexo, religión o afiliación sindical crea que puede darle el finiquito a un poli, darse un garbeo por el talego y que ciertos sectores políticos, mediáticos y sociales le rían, encima, la gracia. Eso es lo intolerable. Y esa es la causa por la que cada vez más aquellos que desprecian la labor de esos tipos que se dejan el pellejo a cambio de un sueldo ínfimo exhiben su chulería o sus ansias homicidas con total impunidad.

— No sé si lo viste el otro día —continúa—. Estaba cenando, y en la tele había una tertulia política. Tenías que haber oído a uno de los participantes. De su boca solo salían palabras como “lucha”, “guerra”, “guillotina”, o la que hizo que las habichuelas se me fueran por otro lado: “el miedo ha cambiado de bando”. Tócate los cojones. ¿De qué miedo hablan? Supongo que del que han inventado esos que gritan indignados cuando no pueden reventar una sesión parlamentaria o que acuden a abrazar teatral y patéticamente a sus cachorros cuando salen del juzgado tras haber destruido la noche anterior el mobiliario urbano que tú y yo pagamos con nuestros impuestos. Los mismos que llaman mordaza a cualquier cosa que suene a una norma para que todos podamos vivir en paz y ése —señala a Pepe, el dueño del bar, con el mentón— no tenga que andar rezando para que en la próxima manifa los de siempre no vuelvan a destrozarle el negocio.

Si algo bueno tiene la tercera edad es que se lleva consigo muchas cosas, entre ellas el miedo a decir lo que se piensa. Así que medito sobre las palabras de Anselmo, en las que no hay rabia; más bien tristeza. Y es que una institución tan antigua y experimentada como la policial no puede permitirse que el espectáculo cotidiano de bobos incendiarios con el belfo suelto le adelante por la derecha. No siempre no entrar al trapo de embustes miserables es la mejor opción, sobre todo porque con ellos, quienes los usan han logrado que germine un tipo de ciudadano que se debate entre dos ideas igualmente extremas y peligrosas: o los maderos son fieras temibles a las que hay que combatir o son simples cobardes susceptibles de ser derrotados mediante escupitajo, golpe, patada o empujón a la vía, tanto da. De manera que ahora nos escandalizamos por esos policías asesinados en acto de servicio, pero ¿cuántas veces hemos contemplado en los informativos a todo un barrio aplaudiendo a quienes se resistían a ser detenidos tras haber apaleado a los agentes? ¿Cuántas hemos digerido sin que se nos altere el pulso la noticia de que tal o cual delincuente vuelve a la calle pese a los innumerables delitos violentos y detenciones con los que adorna su currículum?

Anselmo sabe mejor que nadie lo que un disparo es al uniforme, a la piel, a la familia, a la vida. Todo lo rompe. Sonido breve y desgarrador que a veces se diluye enterrado bajo los gritos de quienes jalean o como mínimo hacen guiños cómplices — lo mismo particulares que ciertos políticos o periodistas, de todo hay— a los que perpetran esos ataques, sin reparar en que un día ellos mismos podrían ser las víctimas de los intolerantes que dicen hablar en nombre del pueblo. En esto pienso cuando noto su mano nervuda y enrojecida posarse sobre mi brazo.

— A media asta, chaval, a media asta… — repite lacónicamente—. Están consiguiendo que la misma bandera que ya antes de ingresar en la academia a muchos nos producía orgullo, ahora, cada vez que la vemos sobre la madera del ataúd, solo nos provoque escalofríos.

«ESTA ES MI LUCHA, PUTA»

19 mayo, 2014/2 Comentarios/en blog /por Rubén Sánchez Fernández

Lo siento, pero no tengo el día para clases particulares. Aunque daría igual: no aprendes. Pese a las detenciones, a las condenas y a la cagalera superlativa que te acomete cuando, tras los golpes en la puerta, atisbas por la mirilla a unos tipos muy serios con cara de pocas tonterías que te explican a continuación por qué la policía está considerada la profesión más solitaria del mundo:
– Por favor, acompáñenos.

Meses más tarde volveré a verte en el telediario. En esa imagen fugaz de gorrioncillo agazapado bajo la capucha, consumido tu erróneo orgullo mientras huyes de las cámaras de televisión al salir del juzgado tras conocer la sentencia. Injurias, amenazas, apología del terrorismo… Tú sabrás lo que hiciste. El rabo entre las piernas y a casa, a pensarte mejor lo que escribas la próxima vez. Detrás de un teclado todo son risas. Luego, ante el estrado, llegan las diarreas.

Por otro lado, memorables las explicaciones que das para justificarte. “No era consciente de la repercusión de mis palabras”, “No quise ofenderle en ese sentido”, o la mejor que he escuchado hasta ahora a uno de tus compañeros de andanzas: “He comprendido que hay otras formas de lucha”. Esto último lo dijo aquel que insultó a la Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, mandándola callar y llamándola puta. Otras formas de lucha, dice el polluelo. De modo que hemos de suponer que hasta ese momento tu primo estaba convencido de que llamar puta a una mujer es una forma de lucha. Pero no os culpo, en serio. Es lo que habéis mamado desde que os pusisteis frente a un ordenador por primera vez. La extendida paja mental de que los derechos —de los deberes ni hablamos— se basan en la impunidad más absoluta. Claro que siempre os quedará la embustera rabieta, repetida hasta la saciedad, de que la justicia os persigue por tener una cuenta en Twitter. Y es que no hay nada como inventarse enemigos para sentirse un valiente luchador donde no hay más que un niñato urbanita nostálgico —nostálgico sin haber cumplido los veinte, hay que joderse— de tiempos enterrados para cualquier ciudadano con dos dedos de frente. Así que lo siento, pero no cuela. Afirmar que pueden detenerte por escribir en las redes sociales equivale a creer que a Farruquito lo mandaron al talego simplemente por tener coche.

Tu libertad de expresión termina donde empieza el derecho al honor, a la intimidad o a la propia imagen de los demás. Conceptos jurídicos protegidos por una ley que seguramente desconoces, como desconoces cualquier otra cosa que no sea la clave de tu cuenta en Twitter. Mírate, si no, cuando alguien escribe las mismas salvajadas que tú pero referidas a los de tu grupo, ideología o partido. Entonces montas en cólera, pides cárcel —así sois los antisistema, siempre acudiendo al sistema— y hasta guillotina. De modo que elige: o todos contra todos, que esto se convierta en un campo de insultos, palizas y tiros y nos vayamos al carajo, o acepta que vives en una sociedad donde puedes escribir lo que te plazca pero luego has de apechugar con lo que venga, aunque sea bajo la capucha. Esas son las reglas, figura. De todos modos, si te persigue la policía, te acusa un fiscal y te condena un juez, háztelo mirar. Puede que seas tú el que va con el paso cambiado. Aunque ya no me extraña, a estas alturas. Si a algo nos hemos acostumbrado es a los revolucionarios de pacotilla. A tipos como tú. Tan valientes con las guillotinas y tan cobardes con las consecuencias de sus propios actos.

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