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Listado de la etiqueta: la melodía de las balas

Entradas

Entrevista en Las Provincias

7 enero, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Javier Martínez es un curtido periodista de sucesos. Por eso, quizá, acostumbrado a leer atestados y sumarios para escribir sus magníficas crónicas negras, ha decidido dar por esta vez un salto a la sección de Cultura de Las Provincias para escribir este generoso artículo sobre mí, el cual le agradezco sinceramente.

Además, como puede verse en la imagen más abajo, compruebo con agrado que hoy es la noticia más leída de la sección cultural de Libros. Gracias a todos por vuestro interés.

 

Pulsad en este enlace para leer la entrevista completa

Entrevista en Onda Cero. Programa ‘Julia en la Onda’, sección ‘Territorio Negro’

6 enero, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Con la célebre Julia Otero como anfitriona, y de la mano de dos grandes del periodismo de sucesos como son Manuel Marlasca y Luis Rendueles, tuve el privilegio de ser invitado a pisar el Territorio Negro de ‘Julia en la Onda’, de la cadena Onda Cero Radio. Con mi más profundo agradecimiento a estos acreditados profesionales por su interés por mi persona y por ofrecerme la oportunidad de expresarme en las siempre mágicas ondas, aquí os dejo el fragmento del programa.

 

Pulsad en este enlace para escuchar la entrevista.

Entrevista en Radio Intereconomía Valencia – Programa ‘A buenas horas’

2 enero, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Dejo aquí esta amena y divertida entrevista que Miguel Ángel Pastor me ha hecho en su programa A buenas horas, de Radio Intereconomía Valencia, en la que nos ha dado tiempo a hablar de mi novela La melodía de las balas, de literatura, de Valencia y hasta de la familia y de perros.

Pulsad este enlace para escuchar la entrevista (a partir de 01h:04m:00s)

El faro del jazz: La melodía de las balas (jazz y literatura)

1 enero, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Esto no ha sido una entrevista, sino un regalo. El que me ha hecho Ramón García en su programa El faro del jazz. Una larga y distendida charla sobre jazz y literatura; con mi novela La melodía de las balas como pretexto, salpicada por las piezas de jazz que en ella aparecen, y todo ello aderezado por framentos de la novela que dan paso a cada una de ellas, en la deliciosa voz de Mª Carmen G. Galott.

Un programa ideal para que los que desconocen el jazz se dejen deslumbrar por él, y los que ya son aficionados confirmen por qué lo disfrutan tanto.

Para mí ha resultado una experiencia fantástica participar en este programa, como espero que le resulte a los lectores escucharlo.

Pulsad en este enlace para escuchar el programa completo.

Entrevista en ‘Candil Radio’

30 diciembre, 2020/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Antonio Almécija Blanes y yo hemos charlado un buen rato sobre mi novela ‘La melodía de las balas’ en su programa ‘Días de radio’, en Candil Radio, y nos ha quedado esta entrevista tan maja.

Siempre es de agradecer el buen trato que un paisano almeriense dispensa.

 

En este enlace podéis escuchar la entrevista completa.

Anatomía de una novela: Construyendo un personaje

29 diciembre, 2020/0 Comentarios/en blog /por Rubén Sánchez Fernández

En qué lío me he metido. Aunque, al menos, recuerdo el momento exacto en que lo hice.

Participaba en una mesa redonda, durante la primera edición de Cartagena Negra, cuando el comisario principal Ignacio del Olmo, maestro de ceremonias, me preguntó de qué trataba mi segunda novela. Ante el público ofrecí unas pinceladas sobre la trama, ilusionado por el tropel de ideas que bullían en mi cerebro, de entre las cuales sobresalía Nejib, el viejo profesor tunecino. Ardía en deseos de ponerme escribir sobre él, de convertirlo en un personaje.

Fue más fácil decirlo que hacerlo.

La escritura es una receta con dos ingredientes básicos: lo vivido y lo imaginado. Pero ambos tienen un peso distinto según el momento. Ahora, conforme tecleo, me doy cuenta de que para moldear la personalidad y los tormentos de Nejib me basta la imaginación. Pero otorgarle un pasado y ahondar con solvencia en la convulsa historia de Túnez demanda unos conocimientos sobre la realidad de los que carezco.

No paro de darle vueltas. A ver qué hago ahora. Mi entorno me dice que no me obsesione, pero yo me desvelo más de una noche reprochándome haberme llenado de barro hasta el alma por pisar este charco.

De repente, una idea. Más bien un nombre que no puede figurar aquí, pero detrás del cual hay un experto en el tema. Localizo su teléfono y le escribo. Me sorprende agradablemente su abierta disposición a colaborar. Los tipos con un trabajo como el suyo suelen pasar desapercibidos y son reacios a hablar, de modo que recibo su confianza como un regalo.

Tomamos café cerca de la biblioteca de la calle Hospital, en Valencia. El tipo es un libro abierto. Me duele la muñeca de tomar notas. Me cuenta mucho; nada inconfesable, pero lo suficiente para orientarme en el complejo mapa histórico, político y religioso del Túnez más reciente. Ahora, entre mis ideas originarias, se intercalan la Liga Árabe, el dictador Ben Ali y una revuelta popular que mi imaginación transformará en un conflicto irreconciliable entre dos facciones.

Se acaba el café a la vez que la tarde. Toca despedirse y le agradezco su ayuda. «La piedad y las letras valen la pena», me dice al estrecharme la mano. Me quedo pensando en esas palabras mientras me alejo dejándolo allí sentado, difuminado entre la gente, volviéndose tan gris como las nubes que han empezado a cubrir el cielo.

Entrevista en Dipalme Radio

24 diciembre, 2020/0 Comentarios/en Noticias /por Rubén Sánchez Fernández

Entrevista sobre mi novela La melodía de las balas que me ha realizado la periodista Rosa Galán para su programa ‘Vivir la provincia’, en Dipalme Radio.

Han sido unos gratos minutos durante los cuales hemos hablado de crímenes, asesinatos, el trabajo policial, el jazz y, ante todo, de literatura.

Espero que disfrutéis escuchándola tanto como yo lo he hecho respondiendo a sus preguntas.

Pulsad este enlace para escuchar la entrevista completa.

Anatomía de una novela: Explorando una ciudad

11 diciembre, 2020/0 Comentarios/en blog /por Rubén Sánchez Fernández

En toda novela el lector reconoce (o cree hacerlo) lugares y hechos. Viví esa experiencia con mi primera obra, Hadas con tacones afilados. Respecto a la misma escena, unos me aseguraban haber detectado que estaba ambientada en una calle de mi ciudad natal, Almería, mientras que otros juraban vislumbrar que correspondía a una zona de Madrid o Barcelona.

Esas apreciaciones, al margen de ser correctas o erradas y de lo satisfactorio que resulta que los lectores profundicen en la historia que uno ha escrito, hasta el punto de recrearla en su mente, me hicieron reflexionar. Porque lo cierto es que Hadas con tacones afilados es, en realidad, un montón de retales de espacio y tiempo; en resumen: cogí un poco de aquí y de allá, de modo que en sí misma no está inspirada en ningún lugar ni fecha concretos.

Sin embargo, tenía una deuda moral con la ciudad que me adoptó hace ya doce años y que me ha dado tantas cosas: Valencia. Por eso, desde los primeros esbozos de La melodía de las balas tuve claro que la trama principal transcurriría en la ciudad del Turia. Más aún, durante la celebración de las Fallas, fiesta emblemática (y ruidosa) donde las haya.

Otra parte de la novela transcurre en Sudamérica, y como es obvio que no vivo de la literatura, tuve que privarme de visitar Venezuela y Colombia y recurrir, para documentarme, a diversas fuentes y contactos —de los que hablaré más adelante—. Pero vivir en Valencia me ofrecía la impagable oportunidad de explorarla. De modo que, armado con mi mochila, mis cuadernos, mi cámara de fotos y una aplicación en mi teléfono móvil que descubrí para hacer anotaciones, durante varias semanas recorrí multitud de rincones de la ciudad. Unos, históricos y emblemáticos; otros, corrientes e insulsos. Todos tienen su importancia en la novela. Porque van a contemplar a un exterrorista de ETA convertido en sicario que llega a Valencia para matar a alguien, sin saber que será la ejecución más difícil de su vida.

 

Anatomía de una novela: Tiempo de contar una historia

6 diciembre, 2020/0 Comentarios/en blog /por Rubén Sánchez Fernández

De acuerdo, tengo los personajes, la trama y apuntes de sobra. Pero ¿cómo cuento la historia?

Llevo varios días dándole vueltas al asunto. Tratando de averiguar la forma más adecuada de narrarla. Desde qué perspectiva. Por un lado, creo que el punto de vista del narrador omnisciente resulta adecuado. Por otro, Jon Cortázar es un personaje complejo y temo que eso dificulte que los lectores lleguen a él, a comprender quién es y por qué hace lo que hace. Tomo café con mi amigo Bruno Nievas, que además de pediatra es escritor, y le expreso mis dudas. «Piénsatelo muy bien», me dice. «Porque una vez que tengas avanzada la novela es muy difícil volver atrás y cambiarlo todo».

Como la vida son decisiones, finalmente tomo la mía: contaré la historia desde dos puntos de vista. El trabajo que el sicario Jon Cortázar pretende ejecutar en Valencia, como narrador omnisciente y en tiempo presente. Puede que la acción parezca más lenta, pero quiero que el lector le acompañe en cada momento de su delicada misión y que perciba las mismas sensaciones y los mismos detalles que él. Que sepa cómo piensa, qué siente, de qué sospecha, cuándo siente ansiedad, deseo o alivio. En definitiva, que camine en sus zapatos de asesino con una peculiar vida a sus espaldas.

Por otro lado, las palabras de Arturo Pérez-Reverte en su discurso de ingreso en la Real Academia Española («Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos») cobran ahora especial sentido: la historia principal se alternará con una trama paralela, en la que será el mismo Jon quien contará su propia vida en primera persona y en pasado, a modo de diario. Su orígen vasco, su ingreso en ETA y su viaje a un campamento clandestino en Venezuela como formador de las FARC, en una estancia que cambiará por completo su vida.

Dos épocas vitales. Dos puntos de vista. Dos narraciones diferentes intercaladas a lo largo de la novela.

Y ahora, a escribir.

 

Anatomía de una novela: Un atentado.

2 diciembre, 2020/1 Comentario/en blog /por Rubén Sánchez Fernández

 

25 de mayo de 2015. Sede de la Guardia Nacional de Aouina, en Túnez. Sobre el escenario y de uniforme impartía una clase a mandos policiales del país cuando, de pronto, un enjambre de murmullos sobrevoló la sala. Los oficiales tunecinos habían dejado de prestarme atención: ahora consultaban sus teléfonos móviles y cuchicheaban. Miré desconcertado hacia al fondo de la sala, a la cabina donde los intérpretes traducían mi español al árabe. En ese momento lo hacía Mona, una de las mujeres con más clase, elegancia y estilo físico e intelectual que he conocido jamás. A su lado, Nejib, un profesor universitario retirado y bonachón, de tez morena y espeso bigote blanco, me indicó por señas que me colocara el auricular de traducción simultánea.

—Están hablando de un atentado.

Su voz calmada me había llegado con exquisita profesionalidad telefónica. Sin embargo, a través del cristal de la cabina vislumbré su rostro turbado. Nos encontrábamos en una instalación policial y buena parte de la oficialidad estaba reunida allí.

—¿Dónde? —pregunté.

—En la base de Bouchoucha.

No quedaba lejos ese recinto militar que, además, distaba unos doscientos de metros del tristemente célebre Museo del Bardo, donde un par de meses antes un comando yihadista había asesinado a veinte turistas. Entonces no podíamos saberlo, pero poco después, en junio de ese mismo año, se produciría otro atentado islamista en la playa de Susa. Los nervios estaban a flor de piel.

Volvamos tres semanas atrás en el tiempo. Yo estaba en el vestíbulo de un hotel de Barcelona. A punto de regresar a casa, tras un servicio con mi unidad, ultimaba los preparativos para la presentación en Valencia de mi primera novela, Hadas con tacones afilados. Todo estaba previsto: las invitaciones, el lugar, el periodista Manuel Marlasca como maestro de ceremonia y la fecha, a finales de mayo.

Encuadernada una novela, la historia que cuenta queda atrapada entre sus cubiertas y solo se libera en la mente de cada lector, que la hace suya de un modo particularísimo. Entretanto, el escritor ya la ha olvidado porque arde en deseos de comenzar la siguiente. Sobre esa siguiente llevaba meses tomando notas en el cuaderno inspirado en Leonardo Da Vinci, y algo tenía muy claro: esta vez no sería una novela policial. Y no por falta de ganas (ni, lógicamente, de ideas) sino porque quería evitar acomodarme. Debía ser algo distinto. Tan distinto como que su protagonista sería justo lo contrario a un policía: un asesino.

Me llamo Jon Cortázar, y en esta vida solo hay dos cosas que se me dan bien. Una es tocar el piano. La otra, matar. Puede que acaben de deducir en qué orden lógico debí de aprenderlas, pero déjenme decirles algo: se equivocan.

Así empieza a contar su vida el protagonista de mi segunda novela, un exmiembro de ETA, y al mismo tiempo consumado pianista de jazz, que, enviado como experto en armas y explosivos a Venezuela para colaborar en el adiestramiento de las FARC, sufre un grave incidente que está a punto de costarle la vida. Tras conocer allí la corrupción militar y policial y el sórdido mundo de los niños sicarios, regresa a Euskadi, donde le espera la hostilidad de una ETA inmersa en su decisión de entregar las armas y que lo considera un traidor.

Para sobrevivir, Jon se reinventa como sicario y viaja a Valencia para ejecutar al objetivo que le ha encargado un misterioso cliente. Como tapadera, durante su estancia en la ciudad toca el piano en un club de jazz con cuyo dueño mantiene una turbia relación. Pero el trabajo se torcerá de un modo que Jon jamás habría imaginado, y con la única compañía de una enigmática joven informática a la que no puede contarle la verdad, tratará de huir de un siniestro inspector de policía y de los fantasmas de un pasado que van a poner en juego no solo su libertad, sino también su propia vida.

Esas eran las líneas básicas de La melodía de las balas. Escenas, vidas, acciones y personajes flotaban en mi cerebro. Pero lo hacían como satélites inconexos. Sin una idea, sin algo sólido que los uniera.  Sin un pegamento. En fin —me acomodé en el sillón del vestíbulo del hotel—, daba igual. Tiempo tendría de pensarlo. En ese momento sonó el teléfono. Al otro lado escuché la voz de un amigo y compañero:

—Hemos pensado en ti para que impartas un curso a mandos policiales.

—Ah, muy bien. ¿Y dónde es?

—En Túnez. Por cierto, tienes que prepararlo rápido. Será en la segunda quincena de mayo.

Guardé silencio unos segundos. Los imprescindibles para que el desbarate de planes encajara en mi cronograma mental. La presentación tendría que esperar.

Regresemos al auditorio de la Guardia Nacional de Aouina. Tras unos convulsos minutos llegó la explicación al atentado: un militar con problemas mentales había arrebatado su arma a otro soldado y asesinado a siete personas durante el izado de bandera en el recinto castrense, antes de ser abatido por sus propios compañeros. La situación estaba controlada, los mandos policiales permanecieron en la sala y pude terminar mi clase sin más incidentes.

Al terminar, mientras los oficiales salían del recinto, todavía pegados a sus teléfonos móviles para interesarse por las últimas noticias, Nejib y yo coincidimos bajo el fresco soportal del auditorio mientras nos protegíamos del calor del mediodía. No solo su aspecto era bonachón, también su carácter. Tras un breve intercambio de palabras, hizo gala de la sempiterna cortesía árabe y se ofreció a llevarme en su coche al hotel.

En ese breve trayecto me narró parte de su historia, trazos de una vida que cautivó mi interés: licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, en Túnez era un famoso hispanista que había realizado la primera traducción al árabe de La familia de Pascual Duarte, mascarón de proa literario de Camilo José Cela. Nejib tenía una vida tras de sí que, convenientemente deformada y agregándole una buena dosis de imaginación, merecía ser contada.

Cuando me despedí de él y me giré para entrar en el hotel, el cristal de la puerta automática me devolvió mi propia sonrisa. Acababa de encontrar el pegamento para mi novela.

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