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Entrevista en Onda Cero. Programa ‘Julia en la Onda’, sección ‘Territorio Negro’

6 enero, 2021/0 Comentarios/en Noticias /por faisa69

Con la célebre Julia Otero como anfitriona, y de la mano de dos grandes del periodismo de sucesos como son Manuel Marlasca y Luis Rendueles, tuve el privilegio de ser invitado a pisar el Territorio Negro de ‘Julia en la Onda’, de la cadena Onda Cero Radio. Con mi más profundo agradecimiento a estos acreditados profesionales por su interés por mi persona y por ofrecerme la oportunidad de expresarme en las siempre mágicas ondas, aquí os dejo el fragmento del programa.

 

Pulsad en este enlace para escuchar la entrevista.

Anatomía de una novela: Tiempo de contar una historia

6 diciembre, 2020/0 Comentarios/en blog /por faisa69

De acuerdo, tengo los personajes, la trama y apuntes de sobra. Pero ¿cómo cuento la historia?

Llevo varios días dándole vueltas al asunto. Tratando de averiguar la forma más adecuada de narrarla. Desde qué perspectiva. Por un lado, creo que el punto de vista del narrador omnisciente resulta adecuado. Por otro, Jon Cortázar es un personaje complejo y temo que eso dificulte que los lectores lleguen a él, a comprender quién es y por qué hace lo que hace. Tomo café con mi amigo Bruno Nievas, que además de pediatra es escritor, y le expreso mis dudas. «Piénsatelo muy bien», me dice. «Porque una vez que tengas avanzada la novela es muy difícil volver atrás y cambiarlo todo».

Como la vida son decisiones, finalmente tomo la mía: contaré la historia desde dos puntos de vista. El trabajo que el sicario Jon Cortázar pretende ejecutar en Valencia, como narrador omnisciente y en tiempo presente. Puede que la acción parezca más lenta, pero quiero que el lector le acompañe en cada momento de su delicada misión y que perciba las mismas sensaciones y los mismos detalles que él. Que sepa cómo piensa, qué siente, de qué sospecha, cuándo siente ansiedad, deseo o alivio. En definitiva, que camine en sus zapatos de asesino con una peculiar vida a sus espaldas.

Por otro lado, las palabras de Arturo Pérez-Reverte en su discurso de ingreso en la Real Academia Española («Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos») cobran ahora especial sentido: la historia principal se alternará con una trama paralela, en la que será el mismo Jon quien contará su propia vida en primera persona y en pasado, a modo de diario. Su orígen vasco, su ingreso en ETA y su viaje a un campamento clandestino en Venezuela como formador de las FARC, en una estancia que cambiará por completo su vida.

Dos épocas vitales. Dos puntos de vista. Dos narraciones diferentes intercaladas a lo largo de la novela.

Y ahora, a escribir.

 

Anatomía de una novela: Un cuaderno.

28 noviembre, 2020/4 Comentarios/en blog /por faisa69

 

Mantengo tres colecciones que solo mis allegados conocen. Les dejo que se entretengan adivinando dos de ellas, pero les confesaré la tercera.

Mi colección de cuadernos es modesta, no vayan a pensar. Desde los sencillos hasta los más elaborados, todos tienen diversa procedencia: regalos de amigos generosos u obtenidos durante mis viajes por este u otros países. De algunos mancillé sus páginas relatando aventuras, pensamientos o sucesos. Otros se conservan impecables, resistiéndome a la tentación de usarlos cada vez que abro la vitrina y los contemplo.

De todos ellos, hay uno al que le tengo un cariño especial, quizá porque es el más diferente de todos. Más que un cuaderno, es un bloc de notas. Sus cubiertas, duras y hechas para aguantar trotes, están inspiradas en Leonardo da Vinci. Pero no es su diseño lo que me inspira el afecto, sino que fue justo ese el que utilicé durante meses para auxiliarme en la escritura de mi novela La melodía de las balas.

En él redacté las primeras notas, cuando Jon Cortázar, su protagonista, aún no se llamaba así, o cuando imaginaba a la joven y enigmática Yara como periodista en vez de la experta en informática que acabaría siendo. Como ven, hasta en la literatura se cumple el proverbio: Si quieres hacer reír a Dios, muéstrale tus planes.

De modo que, si Dios escribe recto con renglones torcidos, imaginen cómo serán los del que suscribe. La cosa es que La melodía de las balas finalmente verá la luz en diciembre, de la mano de la editorial Olé Libros, y como homenaje a ustedes —dicen que uno escribe para sí mismo, pero dejémonos de hipocresías: también lo hace pensando en el lector—, he decidido recuperar una vieja sección a la que en su día bauticé como Anatomía de una novela. A lo largo de las próximas semanas iré publicando las anotaciones que recopilé en ese cuaderno: el germen de la novela, los esbozos de los personajes, el proceso de documentación, los lugares que visité o los problemas que fui encontrando por el camino y el modo en que los resolví —con mejor o peor fortuna, ya juzgarán ustedes si tienen a bien leerla—; en definitiva, el andamiaje de una historia, la anatomía de una novela que he decidido autopsiar ahora que yace encuadernada e inerte sobre la mesa, esperando, paradójicamente, a cobrar vida en cada lector que adentre en sus páginas.

Sean bienvenidos. Un placer.

ANATOMÍA DE UNA NOVELA: HADAS CON TACONES AFILADOS

4 febrero, 2014/12 Comentarios/en blog /por faisa69

Dos años y medio, cuatrocientos cincuenta folios y un título: Hadas con tacones afilados. Ese es el honrado balance de un proyecto que, con mayor o menor fortuna, por fin he finalizado. Un periodo de tiempo significativo durante el cual la inspiración no ha sido más que una esquiva brisa a la sombra de la disciplina que supone levantarse todos los días para sentarse en el despacho, posar las manos en el teclado y escribir con independencia de las ganas, de los deseos e incluso del tiempo que hiciera allá afuera.

Reconozco que junto al cansancio por lo acabado reposa cierta tristeza. Han sido más de dos años conviviendo con personajes que conocieron mi nombre solo porque yo imaginé que lo hacían. Sintiendo cómo me observaban desde el cobijo de sus penumbras, frente a mi escritorio, mientras me impelían a escribir las palabras precisas que habrían de salir de sus bocas. Pero tras veinticuatro meses de dura travesía en la que se mezclaron desesperantes tormentas con momentos de relativa calma, ahora, con los brazos apoyados sobre la amura de estribor, empiezo a sentir esa brisa dulce y aliviadora que presagia que pronto podré abandonar una nave cuyos rincones he recorrido miles de veces hasta la extenuación. Créanme que estoy deseando volver a notar el suelo bajo mis pies, inspirar profundamente y poner fin a mi voluntaria ausencia yendo en busca de buenos amigos para saldar viejas deudas, de esas que solo se pagan con una buena botella de vino. Pero antes de que eso suceda y me aleje para siempre de este puerto, sé que no podré evitar volver la cabeza por última vez atrás y contemplar, sobre el muelle y solitario, al protagonista de la novela, el Inspector Silvio Tanco. Supongo que entonces me acercaré, nos miraremos a los ojos y nos daremos la mano antes de que cada cual se marche por su lado. Él, atrapado en su jaula de cientos de folios, donde vivirá tantas vidas como ojos se presten a leerle. Yo, dispuesto a afrontar la próxima batalla literaria con la exigua munición de un cuaderno repleto de anotaciones bajo mi brazo.

Después, al final, quedará la pregunta que más he escuchado durante las últimas semanas: “¿Y ahora qué?”. La respuesta es fácil: toca dejar que ciertas personas tan sinceras como desinteresadas que se han ofrecido a leer la novela la escudriñen con ojos inmisericordes para localizar los errores que forzosamente siempre pasan desapercibidos para el cansado padre de la criatura. Lo demás, lo ulterior, no me preocupa. No al menos por ahora. Seamos sinceros: sería impensable pretender que la primera novela de uno tenga la calidad suficiente. Existen bastantes formas de escribir una historia, pero muchas más de cometer fallos en ese intento. Por eso me gusta tanto repetir aquella frase de Antonio Muñoz Molina de que uno no se cura de un libro corrigiéndolo sino escribiendo otro. Y conste que esto no es ponerme el parche antes de la herida, sino el realismo de entender que por la constancia y la ilusión de un escritor también han de sangrar, forzosamente, sus desaciertos.

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